Devocional – Día 19
Estación Verano
Libertad
1 Reyes: 18:45
Y aconteció, estando en esto, que los cielos se oscurecieron con nubes y viento, y hubo una gran lluvia. Y subiendo Acab, vino a Jezreel.
Había dos ranas que cayeron en un recipiente de nata, al poco tiempo se dieron cuenta que se hundían y era imposible nadar o flotar demasiado tiempo en esa masa espesa, como arenas movedizas. Al principio, las dos ranas patalearon en la nata para llegar al borde del recipiente, pero era inútil, solo conseguían estar en el mismo lugar y hundirse más, sentían que cada vez era más difícil salir a la superficie y respirar.
Una de ellas dijo en voz alta: “¡No puedo más, es imposible salir de aquí, no se puede nadar! Ya que voy a morir, no veo por qué prolongar este sufrimiento; no entiendo qué sentido tiene morir agotada por un esfuerzo inútil”. Y dicho esto, dejó de patalear y se hundió con rapidez, siendo literalmente tragada por el espeso liquido blanco.
La otra rana, más persistente dijo “¡No hay manera! Nada se puede hacer para avanzar en esta cosa, pero aunque se acerque la muerte, prefiero luchar hasta mi último aliento, no quiero morir ni un segundo antes de que llegue mi hora”. Siguió pataleando siempre en el mismo lugar, sin avanzar ni un centímetro durante horas. De pronto, de tanto mover y batir las ancas, agitar y patalear, la nata poco a poco fue volviéndose más espesa, hasta convertirse en mantequilla. Sorprendida, la rana dio un salto y, patinando, llegó hasta el borde del recipiente; desde allí, pudo regresar a casa croando alegremente.
Hay veces que desistimos ante el primer contratiempo, pero luchar hasta el último suspiro puede hacernos lograr cosas que ni sospechábamos. Uno de los mayores errores en nuestras vidas, que no nos deja ver la lluvia de parte de Dios, es la inconstancia; iniciamos, pero no terminamos y si queremos ver cielos abiertos, debemos aprender a mantenernos firmes y constantes hasta obtener por completo nuestro rescate.
El profeta Elías tuvo que perseverar hasta que logró ver de nuevo la lluvia, estuvo en un tiempo de sequía de tres años, esto hizo que desarrollara en su vida la mejor característica, que lo convirtió en alguien más fuerte y decidido… la oración. Él se postró en tierra y oró de una manera ferviente, profunda, enfocada y llena de pasión, que hizo mover los cielos hasta que lloviera torrencialmente sobre su vida.
Si en tu vida no hay lluvia y estás estancada, te invito a que luches hasta ver el milagro en tu vida: ¡tu propia libertad!
Con cariño,
Pastora, Jessica Ospitia.
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