Devocional – Día 18
Estación Verano
Victoria
Josué 10:12-13
Entonces Josué habló a Jehová el día en que Jehová entregó al amorreo delante de los hijos de Israel, y dijo en presencia de los israelitas:
Sol, detente en Gabaón; Y tú, luna, en el valle de Ajalón.
Y el sol se detuvo y la luna se paró, Hasta que la gente se hubo vengado de sus enemigos.
¿No está escrito esto en el libro de Jaser? Y el sol se paró en medio del cielo, y no se apresuró a ponerse casi un día entero.
En todas las culturas, en todas las regiones, hay un elemento que es común: la mesa. Es un lugar que nos remonta a nuestro hogar, a los recuerdos de nuestros primeros años, pero también a momentos siempre importantes. La mesa es un punto de encuentro que estrecha los lazos entre los miembros de una familia, que une y fortalece las relaciones. Yo tengo una familia que se ha expandido, porque mis hijos se han casado. Creo que todos anhelamos esos momentos de poder compartir allí, ¡cuánto nos fortalecen! Podemos compartir nuestras experiencias personales, reírnos y compartir lo que el Señor nos ha ministrado.
Así como crecemos a través de esos lazos fraternos, también podemos fortalecer la relación con nuestro Padre Celestial, con Jesús nuestro Salvador y con el Espíritu Santo; podemos entrar verdaderamente en una nueva y más profunda comunión. Las más grandes, poderosas y maravillosas revelaciones empiezan a ocurrir a partir de entonces, algo extraordinario que suele suceder es que nuestra oración es mudada.
Si piensas en una cena, se podría comparar el menú con la madurez y la profundidad, con la que deberíamos buscar esos tesoros escondidos que tiene la Palabra, pero que no darán su fruto si no hay un corazón dispuesto; un corazón que alabe al Señor, que valore Su llamado y que quiera servir en Su obra. Una buena cena depende también de la buena manera como te atienden, un buen servicio puede hacer la diferencia.
Querida amiga prepárate para entrar en un nuevo momento en tu relación con el Señor, prepara la mesa para el invitado más importante y regocíjate en Su presencia; sin duda empezarás a ver resultados extraordinarios, respuestas a tus oraciones, una fuerza nueva, y verás cómo la victoria sobre la adversidad, se hace realidad.
Una victoria es el resultado de la presencia del Señor en una vida rendida a Él, una vida de servicio y de comunión; entonces la Palabra decretada cobra vida. Hoy te invito a que tomes autoridad y le hables a la tristeza, a la esterilidad, al fracaso, a la escasez y le digas: ¡Detente! No seguirán turbando mi vida, mi casa, mi familia. No estás sola querida amiga, en ti reside el Poder del Espíritu Santo.
Te animo a que prepares la mesa de una manera nueva, a que puedas depender cada día más de tu Creador, a que vincules a tu familia y amigos en un grupo de oración, que les permita a todos crecer, creer y ver la mano poderosa del Señor. ¡Es tiempo de ocupar tu puesto en la mesa de la bendición! ¡Hoy es el día de la victoria!
Cariñosamente,
Pastora Claudia Wilches
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