Devocional – Día 32
Estación Invierno
Oscuridad
Hechos 27:20
Por muchos días no se dejaron ver ni el sol ni las estrellas, y con la gran tempestad que nos azotaba habíamos perdido ya toda esperanza de salvarnos.
Cuando el tiempo se pone en nuestra contra, el panorama se ve gris y pareciera que no hay salida, pero siempre al final, encontraremos una luz que disipa toda oscuridad, (Salmo 119:105).
Es aquí donde se abre un horizonte, viene la esperanza, se prende una llama que nos lleva a la fe, aquella fe que nos impulsa a creer que con Dios todo es posible; y si hablamos de fe, podemos encontrar que nos lleva a un nivel espiritual que traspasa lo natural, y nos lleva a lo sobrenatural.
El mundo acaba de pasar por un tiempo de oscuridad, una pandemia que tocó a la humanidad, donde la vida se extinguía en un poder oculto al cual no se le encontraba cura.
El enemigo tiene un propósito: Juan 10:10a “El ladrón no vino sino para hurtar, matar y destruir…” Este ladrón del que habla la Palabra es ese enemigo oculto que busca robar la fe, los sueños, el ímpetu del ser humano y se centra en la muerte. Pero él no quiere una muerte física en primera estancia, sino una muerte en vida: muerte emocional, muerte en los pensamientos, y destruir toda la obra creada por Dios.
En tiempo de pandemia, como familia nos enfrentamos al espectro del virus, fuimos alcanzados por el COVID 19, y nos adentramos en una tenebrosa oscuridad cuando salimos positivos. Cada uno en casa lo vivió de una manera diferente, pero para mi esposo fue el mayor reto de fe: su oxigenación bajó, su cuerpo empezó a experimentar la fuerza de un virus que lo quería destruir, el pronóstico médico era de muerte; su PAFI (índice que evalúa el intercambio de oxígeno) había llegado al nivel más bajo que una persona puede tener, pues el nivel normal es de 400-500 mmhg (milímetros de mercurio) y el de mi esposo estuvo por debajo de 70 mmhg.
En ese momento nos enfrentamos a un panorama como el que nos describe la palabra en el Salmo 23:4 Aunque andemos en el valle de sombra de muerte, NO debemos temer.
En ese momento, la Palabra trajo esa luz que marcó un nuevo camino, vino un nuevo nacimiento, el Espíritu Santo trajo la revelación de la importancia de profetizar Romanos 8:11 y Ezequiel 37:4-5. Después, mi esposo volvió a la vida, y su cuerpo está como si nunca hubiese pasado por el COVID 19.
Amigas, un rayo de luz extingue toda oscuridad, el sol deja atrás el invierno, el calor quita el frío, como el amor quita el temor, (1 Juan 4:18).
Es tiempo de sentir el calor de la presencia del Espíritu Santo en tu vida, tiempo de brillar e irradiar lo que hay en ti.
Un abrazo,
Pastora Helena Blanco
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